A 49 años del Golpe Cívico Militar que inauguró la etapa más oscura y sangrienta del último siglo, nuestro país es hundido nuevamente en el pantano de la injusticia social y la degradación de muchos de los valores democráticos que fueron recuperados a partir de 1983 y, especialmente, entre 2003 y 2015.
Otra vez, como en la dictadura pero esgrimiendo una legitimidad de origen abusada, quienes controlan los resortes del Estado argentino entregan los recursos soberanos y el futuro del país a los condicionamientos del Fondo Monetario Internacional, a las grandes trasnacionales y al mercado globalizado.
Otra vez, como en los momentos de mayor retroceso de nuestra historia, una banda de especuladores y mafiosos implementa una acelerada transferencia de ingresos a favor de los sectores más ricos y concentrados, mientras destruye la industria nacional, aplasta el consumo popular y le secuestra al Pueblo sus derechos más básicos y cualquier perspectiva de creciemiento.
Otra vez, con la mirada vigilante del FMI y el Departamento de Estado, el Gobierno a cargo de la Nación entrega el presente y el futuro de varias generaciones, al tiempo que aplasta el descontento y la protesta con un plan represivo que viola derechos constitucionales y garantías democráticas llenando la calle de carros hidrantes, gases, bastones, balas y miles de efectivos preparados para aniquilar la disidencia.
El Gobierno que asumió hace 15 meses por mandato popular el control de los principales resortes institucionales de Argentina no es el comando articulado de fuerzas armadas que usurparon la totalidad de las dependencias públicas y tomaron a fuego y sangre el control del país hace 49 años. Javier Milei fue electo por una mayoría contundente de argentinos y argentinas que le concedieron, en el marco de lo establecido por la Constitución Nacional y las leyes, la posibilidad de gobernar el Estado respetando la división de poderes y todas las garantías democráticas.
Por eso, en honor a esa legitimidad de origen otorgada por el Pueblo argentino, el presidente no tiene derecho a burlar el mandato popular corriendo los límites constitucionales, imponiendo por decreto decisiones que deben ser aprobadas en el Congreso, sometiendo la independencia legislativa y judicial a sus ambiciones, condicionando la libertad de expresión mediante humillaciones, aprietes y censuras, reprimiendo a quienes critican o se oponen a sus políticas.
Javier Milei no es la Junta Militar que implementó el Terrorismo de Estado hace casi cincuenta años en Argentina. Pero tiene el deber de esforzarse cada día por no parecerse a aquellos dictadores, no imitarlos en sus gestualidades y decisiones, no homenajearlos con la persecución y la represión de quienes piensan distinto y, esencialmente, no implementar el mismo modelo económico auspiciado por el FMI que destruyó la producción y el empleo, que hundió a Argentina en la Deuda Eterna y que consagró una sociedad inmensamente desigual.
Hace cinco décadas, 30 mil compañeras y compañeros fueron perseguidos, secuestrados, encerrados, torturados, violados, asesinados o desaparecidos con el propósito de impedir la resistencia a ese modelo económico de endeudamiento, desigualdad y concentración de la riqueza. La sociedad toda fue sumergida en una atmósfera de mentiras, negación, manipulación y terror para que nadie se animara a alzar la voz, a decir “basta”, a opinar “no estoy de acuerdo”, a hacer valer su derecho a disentir y a soñar. Además de los operativos nocturnos y los centros clandestinos, los dictadores necesitaron militarizar las calles, rodear las fábricas con efectivos, llenar de hidrantes y bastones las plazas, los espacios públicos, las dependencias públicas; porque el miedo paraliza y le allana el camino a los poderosos para que puedan quedarse con lo que no les pertenece.
Por eso, nuestro mayor desafío en esta hora es resistir, no amedrentarnos, no dejar que el temor de la represión acalle las voces de quienes defienden derechos. Organizarnos, como dice Cristina, para volver a tener la Patria que nuestro Pueblo merece.
#NuncaMás
