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NO AL AVANCE DE TRUMP CONTRA VENEZUELA Y EL CONTINENTE

Desde Nuevo Encuentro rechazamos con firmeza las amenazas de intervención de Estados Unidos sobre Venezuela.

Fecha: 5 de diciembre de 2025

No es aceptable, bajo ningún concepto ni excusa, que un país condicione la soberanía de otro sometiéndolo a obedecer sus mandatos como si se tratara de un Estado subalterno, una provincia o una colonia. La comunidad internacional no puede permanecer indiferente ante este avance violento de Donald Trump sobre esta o cualquier nación del planeta.

Si Venezuela tiene asuntos que resolver, como cualquier otro país del mundo, lo hará en el marco de su soberanía y su democracia, lo hará en paz y con el pueblo venezolano como protagonista, sin los misiles y los drones de Estados Unidos apuntando a su territorio y su gente.

Estados Unidos no es el custodio de la democracia y la paz en el mundo. Mucho menos su actual presidente, Trump. Su único y evidente interés es apropiarse de los recursos económicos de Venezuela, para ponerlos a su merced, como lo hicieron siempre los imperios con sus colonias.

Mientras Trump bombardea embarcaciones y asesina personas denunciadas por él mismo como narcotraficantes, avasallando cualquier derecho internacional, acusa al presidente Nicolás Maduro como el responsable de acciones criminales. El gobierno de Venezuela no significa un escollo para el supuesto e improbado combate de Estados Unidos al narcotráfico, pero sí lo es para el despliegue geopolítico de sus objetivos de dominación territorial y económica de Latinoamérica y el Caribe.

Trump quiere someter al continente al control estadounidense y, cuando no lo logra mediante gobiernos serviles y entreguistas como el de nuestro presidente Javier Milei, apunta todo su poderío militar para aterrorizar con transformar en escombros las casas, los barrios y las ciudades de América y el mundo.

Permitir este avance criminal e imperialista de EE.UU. contra Venezuela es abrir un poco más las puertas al sometimiento de los pueblos del mundo a las ambiciones de los poderes económicos, supeditando las necesidades de las enormes mayorías a los deseos de minorías cada vez más pequeñas, voraces y despiadadas.

Los pueblos latinoamericanos tenemos la obligación de volver a ponernos de pie, organizarnos y reconstruir una opción que pueda dar certezas de futuro a aquellas y aquellos que hoy permanecen desencantados.

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